Empecé a trabajar para empresas desde los 17 años, siendo menor de edad.
Me sentía afortunada porque siempre trabajé en grandes empresas y nunca tuve que buscarlas, las cosas se daban fácilmente.
Como empecé joven, comprenderán que no tenía estudios universitarios y cuando los empecé quedé embarazada.
Luego de 20 años de trabajar y sentir que no había más que ser dependiente y sacrificar tiempo con mis hijos, me cesaron de la última empresa en la que trabajé.
Yo estaba pasando por duros problemas económicos y a pesar de procurar mantener la energía positiva, a veces caía en el miedo a lo que pasaría. Sentía esa angustia que conocía muy bien y luego de llorar a solas, ponía mi mejor sonrisa y continuaba.
El día de mi cese sorpresivo, me levanté por la mañana de muy buen ánimo, sintiendo en mi interior que todo estaría bien, me encontraba con las energías arriba. Cuando recibí la noticia vino a mi mente todo lo que había estado pensando meses atrás. Quería dejar de trabajar en una oficina. Quería repotenciar mi negocio que empecé a principios de año. Quería encontrar mi camino, mi propósito de vida.
Con el sueldo que estaba recibiendo no lograba solucionar mis problemas y el hecho que me pagaran todos mis beneficios era la mayor bendición que me podía ocurrir. Muchas personas dirán: “¡estás loca!, te estás quedando si trabajo, reacciona” pero cuando se pierde el miedo todo lo que pasa se ve desde otra perspectiva. Esa sensación no tiene precio.
Yo me había propuesto renunciar, pero el miedo que había en mi subconsciente me impedía hacerlo, pero cuando el ser humano está preparado para el siguiente nivel se presentan maestros que te ayudarán a avanzar. El universo fue quien me despidió: “¡Salga de acá para que empiece a hacer lo que vino a cumplir en esta vida!”
Con mi salida gané tiempo y confianza en mí misma. Estoy empezando a llevar cursos para trabajar en mi transformación interior de manera integral y asistida, hasta el momento lo había hecho de manera empírica. Me apasiona lo que voy a hacer, hace que me levante feliz todos los días y eso trae consigo felicidad en mi casa.
¡Allá voy sueños suspendidos! Ya recordé para que vine a este mundo, lo olvidé el día que nací.